El Anticristo- Nietzsche

 


VI

A mis ojos se ha ofrecido un espectáculo doloroso, pavoroso: yo 

descorrí el velo que ocultaba la perversión del hombre. En mi boca, 

semejante palabra está por lo menos libre de una sospecha, de la 

sospecha de contener una acusación moral contra el hombre. Ha sido 

pensada por mi – querría destacar esto una vez más –, libre de 

moralina; y esto hasta el punto de que tal perversión es considerada por 

mi precisamente allí donde hasta ahora se aspiraba más 

conscientemente a la virtud, a la divinidad. Yo (y esto se adivina) 

entiendo la perversión en el sentido de decadencia; sostengo que todos 

los valores en que hoy la humanidad sintetiza sus más altos deseos son 

valores de decadencia. 

Considero pervertido a un animal, a una especie, a un individuo, 

cuando pierde sus instintos, cuando escoge y prefiere lo nocivo. Una 

historia de los sentimiento superiores, de los ideales de la humanidad – 

y es posible que yo la escriba –, sería tal vez la explicación de por qué el 

hombre se ha pervertido de este modo. Para mi, la misma vida es 

instinto de crecimiento, de duración, de acumulación de fuerzas, de 

poder; donde falta la voluntad de poderío, hay decadencia. Sostengo 

que a todos los supremos valores de la humanidad les falta esta 

voluntad; que los valores de decadencia, los valores nihilistas, dominan 

bajo los nombres más sagrados.


VII


–La compasión está en contradicción con las emociones tónicas que 

elevan la energía del sentimiento vital, produce un efecto depresivo. 

Con la compasión crece y se multiplica la pérdida de fuerzas que en sí el 

sufrimiento aporta ya a la vida. Hasta el sufrimiento se hace contagioso 

por la compasión: en ciertas circunstancias, con la compasión se puede 

llegar a una pérdida complexiva de vida y de energía vital, que está en 

una relación absurda con la importancia de la causa (el caso de la 

muerte del Nazareno). Éste es el primer punto de vista; pero hay otro 

más importante. Suponiendo que se considera la compasión por el valor 

de las reacciones que suele provocar, su carácter peligroso para la vida 

aparece a una luz bastante más clara. La compasión dificulta en gran 

medida la ley de la evolución, que es la ley de la selección. Conserva loque está pronto a perecer; combate a favor de los desheredados y de 

los condenados de la vida, y manteniendo en vida una cantidad de 

fracasados de todo linaje, da a la vida misma una aspecto hosco y 

enigmático. Se osó llamar virtud a la compasión (mientras que en toda 

moral noble es considerada como debilidad); se ha ido más allá; se ha 

hecho de ella la virtud, el terreno y el origen de todas las virtudes; pero 

esto fue ciertamente hecho (cosa que se debe tener siempre en cuenta) 

desde el punto de vista de una filosofía que era nihilista, que llevaba 

escrita en su escudo la negación de la vida. Schopenhauer estaba con 

ella en su derecho; con la compasión, la vida es negada y se hace más 

digna de ser negada; la compasión es la práctica del nihilismo. 

Digámoslo otra vez: este instinto depresivo y contagioso dificulta 

aquellos instintos que tienden a la conservación y al aumento de valor 

de la vida: tanto en calidad de multiplicador de la miseria, cuanto en 

calidad de conservador de todos los miserables es un instrumento 

capital para el incremento de la decadencia; la compasión nos encariña 

con la nada... No se dice la nada; en lugar de la nada se dice el más 

allá, o Dios, o la verdadera vida, o el Nirvana, la redención, la beatitud... 

Esta inocente retórica, que proviene del reinado de la idiosincrasia 

moral-religiosa, aparece de pronto bastante menos inocente si se 

comprende qué tendencia se encubre aquí bajo el manto de frases 

sublimes: la tendencia hostil a la vida. Schopenhauer era hostil a la 

vida: por esto hizo de la compasión una virtud... Aristóteles vio en la 

compasión, como es sabido, un estado de ánimo morboso y peligroso, 

que fuera bueno tratar de cuando en cuando con un purgante; consideró 

la tragedia como una catarsis. En realidad, partiendo del instinto de la 

vida, se debería crear un medio para asestar un golpe a una 

acumulación morbosa y peligrosa de compasión, como era representada 

por el caso de Schopenhauer (y también por toda nuestra decadencia 

literaria y artística de San Petersburgo a París, de Tolstoy a Wagner): 

para hacerla estallar... Nada más malsano en nuestra malsana 

modernidad que le compasión cristiana. Ser aquí médico, ser aquí 

implacable. poner aquí el cuchillo, esto nos compete a nosotros, esto es 

nuestro modo de amar a los hombres; de este modo somos filósofos 

nosotros los hiperbóreos.

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