El cuervo
“¡Desventurados”, grité, “tu Dios te ha concedido – por esos ángeles que te ha enviado tregua, - tregua y nepente, ¡en tus memorias de Leonora!
¡Bebe, oh, bebe de ese buen nepente y olvida a esa malograda Leonora!”
Repitió el Cuervo: “Nunca Más”.
“¡Profeta!”, dije yo, “¡Ser maléfico! – profeta, sí, ¡seas pájaro o demonio!
Ya te envíe el Tentador, ya la tempestad te arroje, aquí a esta playa,
Afligido, aunque impávido, en esta desierta tierra hechizada –
En esta Mansión que el horror visita – dime la verdad, yo lo imploro –
¿Hay aquí – hay aquí bálsamo, en Judea? – dime – dime, ¡yo lo imploro!
Repitió el Cuervo: “Nunca Más”.
“¡Profeta!, ¡profeta!”, dije yo “ser maléfico – profeta, sí, ¡seas pájaro o demonio!
Por ese cielo que se comba sobre nosotros – por ese Dios que los dos adoramos
Dile a este alma de pesar agobiada si, en el distante Edén, abrazará a una bienaventurada doncella a quien los ángeles llaman Leonora”
Repitió el Cuervo: “¡Nunca Más!”